jueves, 28 de diciembre de 2006

Washington Cataldi: nuestro respetuoso recuerdo

"Cuando yo vaya al cielo, a Jesucristo lo voy a hacer hincha de Peñarol"

Y seguramente fue al cielo. Quizá no al cielo de San Pedro en la puerta -sólo Dios lo sabe-, aunque para muchos bolsos y malos perdedores tendría que haber ido al inferno... Es que don Washington Cataldi ha sido -en especial para las últimas generaciones- un símbolo del Peñarol de sus amores. Tanto, que a su paralela carrera política (fue varias veces diputado por el Partido Colorado) o el resto de sus ocupaciones laborales y empresariales, pasaron prácticamente en el anonimato. Ahora que la muerte lo ha desplazado definitivamente del quehacer aurinegro, para homenajear su recuerdo resumimos el reportaje que le hiciéramos en mayo del 88, hace exactamente 8 años. Una nota donde habló de todo, hasta de su poco conocido paso por la Facultad de Ingeniería, su pasiòn italiana por la familia y la ópera, y hasta su famosa definición como "biológicamente optimista".

¿Café para todos, muchachos?
Sí... Gracias.
Traé seis cafés... Yo no quiero nada.
(Suenan varios teléfonos a la vez)
¿No les importa que suene el teléfono, no?
-No, no se preocupe.
-Además ustedes no van a pasar la grabación por radio ¿no?
-No, no se preocupe... Bueno, si está listo, comenzamos.
-Sí, dele nomás.
-¿Usted nació en la Ciudad Vieja?
-No, nací en el Reducto, pero fui desde muy joven a la Ciudad Vieja. Prácticamente mi barrio es la Ciudad Vieja.
-Así que nació en el Reducto... ¿dónde?
-En la calle Marsella... Insólito: creo que es la primera vez que lo digo, porque es la primera vez que me lo preguntan. En la calle Marsella y Domingo Aramburú, por ahí.
-¿Su padre qué hacía?
-Era empleado aduanero. Quiere decir que naturalmente tendíamos para el lado de la Ciudad Vieja, y toda la familia Cataldi se radicó en esa zona.
-¿La suya era una familia grande?
-Era una familia numerosa, como todas las familias antiguas italianas, entusiastas por procrear...
-¿Cuántos hermanos?
-¿Míos o de mi padre?
-Suyos.
-Hermanos no, hermanas. Tres hermanas. Y fíjese qué curioso: desde hace algunos años el mayor soy yo, a pesar de que hay una que nació primero... (se ríe por la broma). Pasa siempre eso ¿no? A las mujeres les gusta quitarse edad...
-¿Qué estudios hizo?
-Bueno, hice secundaria, y empecé preparatorios de Ingeniería...
-¡De Ingeniería!!!
-Era bastante bueno para eso... pero después las circunstancias de la vida me quitaron tiempo, y no pude dedicarme, porque empecé a trabajar a los quince años. A pesar de eso hice preparatorio de Ingeniería estudiando de noche. Pero dejé porque no me dio el tiempo... o la voluntad, no sé.
-¿Qué le gustaba de la Ingeniería? ¿Qué ilusión tenía con esa carrera?
-Yo me incliné por Ingeniería porque tenía alguna facilidad para los números. A pesar de que tenía buenas notas en Literatura e Historia, cosa curiosa, porque eso no se da muchas veces ¿no? Estaba con la ilusión -como todo ingeniero- de realizar obras importantes... en el afán de ganar la posteridad como todos queremos a los quince años ¿no? ...y vemos que la vida se va desarrollando y la posteridad se aleja... De cualquier manera, una siembra siempre se deja.
-¿Y nunca pensó en ser jugador de fútbol?
-No. Lo curioso es que nunca he jugado al fútbol, porque las tareas que desde los quince años comencé a desarrollar no me dejaban tiempo libre para el fútbol...
-¿Cuál fue su primer trabajo?
-Trabajé por primera vez en un taller heliográfico; sacaba copias de planos.
-Eso tenía algo que ver con la Ingeniería?
-Estaba ligeramente emparentado, pero en realidad hacíamos planos de cualquier cosa. Fue muy poquitos meses. Después trabajé en un frigorífico, durante unos años. Gané un cargo por oposición, siendo muy joven, y después me diversifiqué en diferentes actividades, nunca en un solo lugar, siempre me gustó trabajar en más de uno.
-¿En el frigorífico usted era el que les pegaba el marronazo a las vacas?
-(Se ríe) No, no, siempre fue con el lápiz. Me acuerdo que hacíamos liquidaciones y cargaban y simultáneamente que cargaban, yo tenía que hacer las boletas a partir de las cinco de la mañana. Era lindo y trabajoso... Pegaban el grito, y había que hacer cuatro o cinco boletas simultáneas, y tenerlas cerradas y operadas cuando todavía estaban cargando, porque todo el mundo estaba apurado ahí.
-¿En qué época era eso?
-Eso debe haber sido por los años 40...
-¿Era la época de oro de los frigoríficos, no?
-La época de oro de los frigoríficos siempre existió, no fue sólo la del cuarenta.
-¿Cómo empezó con la política?
-La culpa la tuvo un tío mío, hermano de mi padre, que permanentemente actuaba en política en la Ciudad Vieja. El tenía un club bastante importante, zonal, en la calle 25 de Agosto. Entonces desde muy joven me vinculé al club. Mi tío siempre decía que el que lo había de suceder en la conducción del club era yo. Estoy hablando a mis doce años... Después él falleció, y yo me quedé siempre con el entusiasmo político como inclinación natural...
-¿Y lo sucedió en el club nomás?
-Sí. Ello fue lo que me llevó a ser político. Es el afán de servicio también el que nos lleva a hacer política. Todos los hombres que hacemos política decimos que es el afán de servicio... pero a mi edad ya me puedo permitir decir también que es un halago para la vanidad personal. Es difícil que un político lo confiese, pero es cierto. Se juntan ambas cosas, y a pesar de las horas de trabajo, siempre me hice algún huequito para los problemas políticos. Tuve siempre inquietudes sociales también. Por suerte pude hacerme una buena biblioteca, fui cosechando libros desde muy joven, de temas históricos, temas religiosos, temas filosóficos. Y todo eso me dio una cierta base para el desarrollo de la función política.
-Quiere decir que usted fue casi un niño precoz de la política...
-Bueno, yo no creo que haya sido precoz. Era un niño preocupado por las cosas políticas, en la medida en que pueden preocuparse los niños. Pero sin ningún tipo de precocidad...
-¡Epa! ­A los quince años en un club!!!
-No: doce tenía....
-¡¿A los doce!? ­Más precoz todavía!!!
-Bueno, pero no era una precocidad: primero fue curiosidad, después contagio, después por estar con mayores, que es el impulso de todos los niños, si se quiere, para aprender un poco más... Y así se fue envolviendo esta enorme madeja que nos llevó después de tantos años a estar acá.
-¿Y por qué colorado? ¿Por aquello tan repetido de que todos los italianos votaban al Partido Colorado?
-Bueno, yo digo que sí: fue tradición familiar. Y entró por tradición a mi alma: era un club colorado el que tenía mi tío... En la esquina del club estaba -y está todavía- el monumento a Garibaldi... Todos los tanos garibaldinos somos colorados. Naturalmente no me pude apartar de eso, y cuando pude catalogar cabalmente y decidir racionalmente si tenía que ser colorado o de alguna otra tendencia, me felicité de haber sido educado dentro de la fe colorada, y de continuar en ella. Quiere decir que me ratifiqué a mí mismo dándome una gran alegría.
-¿En su casa hablaban italiano?
-Mi abuelo, que murió muy joven, y mi padre, hablaban bastante italiano. Yo hablo algo de italiano también.
-¿De qué zona de Italia eran?
-Bueno... es discutible... Yo creo que somos de Sicilia...
-¡¿Discutible!?
-Le voy a decir porqué: los tíos viejos son los que guardan la memoria del árbol genealógico, y para mí es discutible porque unos dicen que somos sicilianos, y otros que somos palermitanos, de otra zona. Y yo encontré también raíces del árbol genealógico de los Cataldi en Génova, por ejemplo, donde existe todavía un sacerdote de apellido Cataldi, y hay una rama grande de Cataldis. Es bastante común el apellido en Italia. Por eso mismo digo que es discutible: porque no he podido localizar la punta misma de nuestro árbol genealógico...
-¿Entonces usted tiene vocación de padrino, no?
-No... la verdad que no. Pero digo que los padrinos no me asustan. Será porque el temperamento italiano acepta las cosas buenas y las cosas malas... Pero en el caso de tener padrino, me inclinaría por los padrinos buenos, que también los hay.
-¿Cómo se lleva con Dios?
-Bueno, yo creo que me llevo muy bien...-Con mayúscula o con minúscula...?-­Con mayúscula, con mayúscula...! Cuando me siento confortado conmigo mismo, digo que soy primo hermano de Dios... (risas) Pero todos estamos emparentados con Dios, así que al fin y al cabo, si otros se sienten hermanos... yo me siento pariente un poco más lejano.
-¿Hizo la Primera Comunión?
-Naturalmente que sí. Tengo una fotografía con la cara de enojado, no me acuerdo porqué... Se habrían enojado conmigo, y yo con los demás... Pero ­está linda la fotografía!
-¿La hizo en la iglesia San Francisco?
-Creo que no, que la hice en una iglesia que está en la calle Canelones, por ahí... La verdad que después dejé las iglesias, salvo cuando me casé, que me casé con misa de esponsales... y llegué tarde. Yo siempre llego tarde, soy un poco informal...
-¿Y la novia llegó temprano?
-La novia llegó antes que yo. Era a las doce del día, recuerdo que estaba muy enojado el fraile que nos casó... Pero después se arregló todo, a tal punto que eso no gravitó: llevo 38 años de casado, así que ­es una buena cosa llegar tarde!-Malo hubiera sido que llegara tarde a la noche de bodas...-(Se ríe)
-­No!!! ¡Ahí sí que llegué con regularidad!!!-¿Cuántos hijos tiene?
-Tengo dos. Uno, Washington, que es el mayor. Yo me llamo Washington Ariel, y como buen tano, al mayor le pusimos Washington, y al segundo Ariel. No conozco la razón por la cual mi padre me puso Washington... ­Y Washington Ariel!!! Me colocó en un litigio ¿no? entre Washington y el Ariel, que era una advertencia contra el imperialismo de Norteamérica... Pero yo nací en una época "arielista", de difusión enorme de Rodó, de quien fui y soy permanente lector. Al Ariel lo justifico... pero lo de Washington Ariel nunca me pude explicar porqué... Y de castigo le puse Washington a uno de mis hijos...
-¿Por qué "de castigo"?
-Digo... porque ponerle Washington... Que yo nunca me expliqué por qué no me llamaba Giuseppe...
-¿Y no tiene nietos?
-Sí, tengo uno...
-¿Que se llama Washington...?
-No, éste se llama Lucas... (hace una pausa). Lucas Washington (risas). No, pero se llama Lucas. Le gustó a la madre, y nos gustó a todos. Además me gusta porque, como a todos los abuelos, a mí me sigue pareciendo que mi nieto es el mejor...
-Nos contó cómo llegó a la política. Pero ¿cómo llegó a Peñarol?
-Nosotros íbamos continuamente desde muy jóvenes a ver a Peñarol. En una racha mala de Peñarol, un grupo de gente nos invitó a que trabajáramos por el club. Trabajamos ya en el año 56 en divisiones inferiores. Después dejamos porque nos llevaba mucho tiempo y no estábamos satisfechos con nuestra propia labor... La Ciudad Vieja nos llevó después a delegar a River Plate en la Divisional B -sin hacer colisión con Peñarol, claro- y después sí: en una mala racha yo salí a confeccionar una lista. Yo busqué al contador Guelfi y a Parrabere (recientemente fallecido) para hacer la lista. Y ganamos las elecciones: eso fue en 1958. Estuvimos en Peñarol desde el 58, continuamente... ­28 años! Es un buen mandado: he cumplido con la institución de mis amores, y he tenido la felicidad de poder contribuir a hacer algunas cosas y vivir momentos muy importantes en Peñarol. Como siempre dije que soy "biológicamente optimista", tengo la enorme ventaja de olvidarme de las cosas malas y de disfrutar de las buenas...
-Pero eso lo puede hacer alguien de Peñarol... A los de Nacional eso les resulta difícil ¿no?
-¡No! Tienen más para olvidar, nada más (se ríe).
-¿De dónde sacó eso de "biológicamente optimista"? ­Se transformó en una frase típica...!
-Y... fue una frase espontánea... Además que refleja realmente lo que yo he sido, y soy. Siempre he tenido la buena suerte de mirar el lado positivo de la vida. No porque me haya determinado a hacerlo, ni por voluntad expresa, sino porque nací así, se lo debo a mis ancestros... Enfoco la parte buena de la vida. Yo parto de la base filosófica de que nacemos todos buenos. Sí, a algunos nos van haciendo malos... pero si nos vamos conservando, podemos llegar a morir con un saldo de bondad a nuestro favor todavía... Eso es lo que creo. Y soy biológicamente optimista. Es raro que yo enfoque una situación, por ejemplo, considerando sólo el lado perezoso o el lado dañino. Desde que nací hago eso... no es una virtud, sino una herencia no sé de qué... viene en los genes. Y así vivo.
-¿Es un hombre de fortuna usted?
-No, no lo soy...
-¿Pero lo fue en algún momento?
-Yo tengo muy buena suerte para ganar dinero, porque he aprendido a trabajar de manera intensa, y sé que las cosas se consiguen únicamente trabajando. Se puede tener un golpe de suerte en la vida, pero no se puede, y lo digo porque ya tengo 64 años, voy a cumplir 65 ahora...--¡No los representa! (Se ríe sorprendido)
-Agradezco mucho la gentileza, señorita, ...pero los llevo. Le confieso que no me pesan.... Bueno, tengo casi 65 años y llego a la conclusión que únicamente trabajando se consiguen cosas. Como mi destino ha sido trabajar, por una serie de circunstancias distintas, llegué a tener una buena posición. Posición que se vio un poco mortificada, como se mortificó la posición del 90 por ciento de la ciudadanía de nuestro país en los años negros de la dictadura. Pero... después de 50 años de trabajo creo que no tengo una mala posición: no soy rico, pero vivo en una posición relativamente cómoda.
-¿Dónde vive?
-En la calle San Lúcar, en Carrasco. Desde hace 18 años.
-¿Y dónde veranea?
-¡En La Paloma! ¡En la casa que tiene la bandera de Peñarol permanentemente!!! Que no fue mía la idea, sino de mi señora... El fanatismo de mi señora es mayor que el mío. Yo siempre he sido bastante equilibrado: yo no grito los goles de Peñarol, salvo en los partidos muy importantes. Nunca los he gritado...
-¡No me diga que no gritó el de Diego Aguirre en Santiago!
-No... exploté un poco. Lo estaba mirando por televisión. Pero le aclaro que fue un gol de Diego Aguirre en combinación con Dios... (risas) ¡Fue un pase de Dios ése!!! Porque llegaba, llegaba, llegaba... y boqueando pateó e hizo el gol. Es la buena suerte. Pero yo los goles no los grito. ¡Mi señora en cambio.!!! Cuando Peñarol perdía, y siendo yo dirigente, ella se olvidaba que lo era... y arrancaba siempre diciendo que había que echar a los dirigentes (risas). ¡El primero en marchar era yo! (más risas) Pero no: ¡está bien!
-¿Y sus hijos?
-He tenido el buen cuidado de hacerlos hinchas de Peñarol. ­Todo padre le desea el camino de la felicidad a sus hijos! Y como la única felicidad deportiva es ser hincha de Peñarol.... los he llevado siempre por esa senda...
-¿Cuándo los hizo socios?-Mi primer hijo nació el 19 de marzo de 1952. Yo fui a hacerlo socio de Peñarol el 18 de marzo... (risas). Yo no tenía entonces ninguna vinculación especial con Peñarol. Me acuerdo siempre de un señor que era subgerente, que se llamaba González (con el que tuve muy buena relación posteriormente) me pidió los datos. Yo se los pasé por la ventanilla chiquita que tenía la sede de la calle Maldonado. Y cuando me preguntó la edad, y yo le dije "Nace mañana", ¡fíjese lo que se le ocurrió a él!: "¿Y si es mujer?" (risas). Yo le dije "no, va a nacer mañana, y va a ser varón". Entonces no me lo quiso hacer socio, sino que lo apuntó pero me pidió que lo confirmara cuando naciera, cosa que hice al día siguiente. Siempre me acuerdo de esa anécdota, porque él no objetó en realidad que lo hiciera socio el día antes, sino la duda sobre qué nombre le ponía por no saber si iba o no a ser varón.
-¿Y usted cómo sabía?
-Es que no sabía, pero sentía que tenía que ser varón...
-¡Entonces usted fue un precursor de la ecografía!!!
-Yo creo que eso se puede llegar a sentir. Además los médicos decían que el chico iba a nacer antes, mucho antes, el 8 o el 10 de marzo. Y yo decía que nacía el 19, el día de San José. Mi señora, como todas las señoras, sintió dolores de parto. Y allá fuimos al sanatorio el día 7... Y yo le dije "vamos a ir, vieja, pero vamos a tener que volver porque va a nacer el 19...". Y así fue. Hay un poco de sugestión en la mujer al parir ¿no? Y yo venía llenándole el cerebro conque tenía que nacer el 19, desde como cinco meses antes se lo venía diciendo. Y nació el 19.
-¿Y eso lo aplicaba en Peñarol? ¡No me diga que sugestionaba a los jugadores antes de salir a la cancha!
-Bueno, a veces hablaba con los jugadores... Hablaba con ellos en la concentración. Les ponía fe en el alma, porque la precisan ¿no? sobre todo cuando son jóvenes. Y no porque yo tenga espíritu de predicador, vamos a entendernos... sino que es muy lindo el trasmitir, sobre todo cuando se transita en vías positivas como las que hablábamos recién del optimismo, es muy bueno poder trasmitir eso. Sería un egoísmo guardarlo. Si el mundo -que felizmente tiene poca memoria- se acordara solamente de las cosas felices, sería mucho más feliz...-Pero se volverían a cometer los mismos errores...-No importa... Si los errores son el camino de la felicidad ¡benditos sean los errores! Estamos hablando de un mundo feliz: si es feliz aún con los errores...
-¡Ah! ¡Pero usted me habla de un mundo feliz, no de éste!!!
-"Si se pudiera lograr un mundo feliz" dije yo, ese mundo, aún cometiendo muchos errores, vale la pena vivirlo.
-Por ahí se dice que ese optimismo que usted trasmitía, no lo trasmite ahora Fernando Morena...
-No... Fernando es un buen chico, un individuo de base cultural bastante firme, y él trasmite su optimismo. Es decir: no tiene el optimismo desbordante que yo pueda tener para enfocar todos los episodios de la vida, pero es un hombre optimista. Yo pienso que todos los triunfadores tienen que ser optimistas. Ojo: no todos los optimistas son necesariamente triunfadores, pero sí es imposible triunfar sin optimismo. El hombre que siempre lleva el paraguas, aún cuando es día de sol... necesariamente se va a mojar. Siempre digo que hay dos tipos de ciudadanos que van a la guerra: los que van pensando con toda certeza que no van a morir, que también pueden morir pero que por lo menos se ahorran la angustia de estar pensando que se mueren hasta el momento en que realmente mueren; y los que van pensando desde el primer día que se van a morir. Esos seguramente se mueren, y sufren su muerte mucho antes de morirse. Llegarán al cielo y preguntarán "¿por qué me hicieron esto?"
-¿Va a ir al cielo usted?
-Yo pienso que sí. No porque me esfuerce por hacerlo, sino porque la vida que el destino puso en mi propio camino no me ha dado oportunidades de pecar...-Hay un rumor que dice que Dios es blanco e hincha de Nacional...-No... ¡yo creo que debe estar equivocado! Yo, por el contrario, digo que cuando vaya al cielo a Jesucristo lo voy a hacer hincha de Peñarol (risas)...
-¡Quizá se encuentre con San Peñarol en el cielo!!!
-Ah... ¡puede que sí!
-¿Qué cambios le haría a la actual directiva de Peñarol? ¿Se hablan más las cosas ahora que antes? ¿Antes se guardaba todo en una mayor reserva?
-Bueno, son filosofías de conducción. Yo no me encuentro habilitado para criticar a nadie. Cada uno lleva la cosa como puede llevarla. Cierto que de repente hay más exteriorización que la que existía cuando nosotros éramos dirigentes. Pero... es el estilo de cada uno. De cualquier manera, Peñarol ha tenido buenos éxitos deportivos últimamente.
-¿No hace deporte usted?
-Bueno ¡se nota que no!-¡Por eso se lo pregunto!-Se nota que no, y los médicos están enojados conmigo. Yo he sido operado del corazón hace dos años y poco, y necesariamente debo hacer algún ejercicio, o caminatas, en fin... lo cierto es que no he hecho nada. Los médicos se enojan, mi señora también, mis hijos me rezongan... Y yo prometo cada lunes empezar el tratamiento... que lo dejo el miércoles. No deja de ser un buen propósito, pero creo que tendría que hacer algún tipo de deporte o algo...
-¿Y por qué no hace nada? ¡Si usted pudo dejar de fumar!!!
-Me ha costado mucho dejar el cigarro, he fumado como 94 kilómetros... Yo que siempre tuve amigos gordos, siempre les dije que era más fácil dejar de comer que dejar de fumar. Sin embargo, yo he podido dejar de fumar... pero me cuesta más dejar de comer. (Mirando a uno de la patota) Usted que es gordito debe saberlo (risas). Tal vez porque soy muy desordenado: como a deshora, en diferentes lugares... Esto necesariamente hace imposible seguir un tratamiento. Pero admito que debo hacerlo, tengo que hacerlo.
-¿Cómo es eso de que fumó 94 kilómetros?
-Yo he sacado varias veces la cuenta: yo fumé 47 años, que son un montón de años, a una media de tres paquetes de cigarrillos por día. A 8 centímetros por cigarrillo da casi 5 metros por día, o sea 2 kilómetros por año... y en 47 años... 94 kilómetros, más o menos. ­No menos de 90, con seguridad! ¿Usted se imagina prender un cigarrillo aquí y pitarlo en Piriápolis? ­Es espantoso! Pero eso es lo que yo he hecho, de verdad. Yo tenía un profesor de historia al que llamábamos "Barrilito" (no lo nombro para no quemarlo, pero muchos se van a acordar de él) que decía que gastaba demasiada plata en fumar, porque fumando la plata se le hacía humo. Yo nunca he sacado el precio de esos 94 kilómetros de cigarrillos, pero debe de haber sido una suma importante, numéricamente...
-¿Es malo fumar, entonces?
-Mire, yo no aconsejo. Pienso que no debe ser bueno, pero pienso también que no debe ser demasiado malo. Como todos los ciudadanos del mundo yo siempre cuento que también yo tuve dos abuelos (natural que los tuviera...). Uno que fumaba bastante, francés, que agarraba los cigarros y fumaba todo el día... y murió a los ochenta y tantos años. El otro no fumaba... y murió a los treinta y pocos años.
-¿No sería que antes se fumaba tabaco?
-Sí... Y la hojilla es distinta... Uno debe haber fumado más alquitrán que nicotina, y esto es lo malo.
-¿Qué otros vicios tiene?
-Bueno, vicios no tengo ninguno...
-Cuente, cuente, que por nosotros nadie se va a enterar...
-No... yo podría contarlos, pero...
-¿No juega?
-No, no soy jugador... A veces compro algún número de lotería, pero ni siquiera he jugado a la tómbola o a la quiniela....
-¿Alguna vez sacó a la lotería?
-¡Ah sí! Y tengo una anécdota para contar: una vez saqué el segundo premio, hace muchos años ya. Yo entonces andaba con la que iba a ser mi señora, y no me acuerdo qué había hecho por esos días... pero sé que estaba en pecado (risas). Entonces llegué un sábado (en esa época se jugaba la lotería los sábados) y le regalé un número de lotería. Tuve un gesto magnánimo para ver si arreglaba aquel asunto... Me acuerdo también que siempre le llevaba el Para Tí, que también salía los sábados, y le puse el número adentro. Y salió con el segundo premio. Y ése fue el principio de mi fin, porque mi señora cobró el número y comenzó a comprar las cosas para casarse... ¡Y a la larga morí! Quiere decir que la única vez que fui afortunado en el juego, me sirvió para encontrar una fortuna mejor, que fue mi señora, y pude casarme con ella...
-¿Y no fue nunca a la ruleta?
-No, pero le confieso que en realidad me gustaría. Pero no voy a la ruleta, porque un hombre público que va a la ruleta... no me afecta lo que puedan decir, pero si uno pierde diez pesos, a la salida son cien, en la esquina son mil, y a la vuelta de la manzana es un millón. Entonces... Por ejemplo, en La Paloma nosotros tenemos ese rancho con la gloriosa bandera de Peñarol izada todo el año... (risas de algunos) y está frente al Casino. Nunca he entrado. Y he viajado bastante, el destino me ha permitido conocer gran parte del mundo, y no he ido a los casinos...
-Perdón... ¿nunca cambian la bandera ésa de La Paloma?-
¡Nooo! ¡Se cambia! ¡Nooo! Se cambia. Es una esquina que está muy castigada, y que se lleva tres o cuatro banderas por año...
-¿Y qué hacen con las banderas que sacan?
-¡Ah, si yo le cuento!!! Hay tipos que las están esperando. Cuando vamos los fines de semana en invierno, hay gente que está esperando que la saquemos para pedirla. La van mirando, van esperando que se achique, para pedirla...
-¿Es como una reliquia, casi?
-Y sí... ¡por supuesto! Fue idea de mi señora eso también... ¡Todas las buenas ideas son de mi señora!
-¿Qué le ha dado más satisfacciones: Peñarol o el Partido Colorado?
-Las dos cosas. Como yo insisto: mis tristezas las olvido, y sólo vivo mis fiestas. Me quedo con las cosas lindas, y los dos me han dado satisfacciones
-¿Se aburrió mucho anoche en la interpelación?-Bueno, yo tengo un concepto muy especial formado sobre las interpelaciones: creo que...-¿Por eso vino tarde?-No. No vine tarde. Yo vengo siempre temprano. Yo tengo la coordinación de la bancada colorada, lo que me obliga a a estar acá permanentemente. Es un buen trabajo porque hay de todas las tendencias y de todas las edades dentro del Partido Colorado. Y después de que muchas veces, trabajosamente, logramos un acuerdo "entre nos", tenemos que entrar a negociar con el Frente Amplio, el Partido Nacional y la Unión Cívica. Hay reuniones de coordinadores. Esto nos pone en la necesidad de conocer lo que pasa en todas las comisiones, en las permanentes y en las especiales. Y nos desdibuja desde el punto de vista político en el concepto popular, porque esta tarea de acercamiento con las demás bancadas para estructurar el orden del día, para conseguir "cambiar las figuritas" como a veces hay que hacer, nos inhibe de un enfrentamiento de carácter puramente político con el resto de los integrantes de la Cámara. Porque no concibo cómo podría, eventualmente, discutir seriamente con un compañero de otro partido, para ganar el titular de un diario, y a las 24 horas tener que ir a negociar alguna solución que en definitiva nos puede favorecer a todos, no solamente al Partido Colorado. Entonces ya llevo tres años en esta tarea que es pesada y engorrosa, y que -insisto- obliga a estar informado de las 14 comisiones permanentes y de las 22, 23 comisiones especiales o investigadoras. Otra cosa: la experiencia me ha enseñado a renegar de ellas, puesto que habiendo comisiones permanentes, debieran radicarse los asuntos en esas comisiones permanentes. Muchas veces, por darle más espectacularidad a un planteamiento, se pide una comisión investigadora o una comisión especial, y esto trae como consecuencia que se multiplique innecesariamente el trabajo. ¿Usted me preguntaba si me aburrí mucho? Yo creo que las interpelaciones sin sangre no sirven. Es decir, si no se consiguen consecuencias directas de las interpelaciones la gente en la calle no entiende porqué nosotros perdemos 12 o 14 horas discutiendo o aclarando un punto, que a veces se oscurece más de lo que se aclara. Y esto lo puedo decir públicamente porque se lo digo a todos los compañeros. Yo tengo la certeza que los que pasan para trabajar a las seis de la mañana por la esquina del Palacio y ven los autos parados, no nos aplauden como héroes de esta democracia sino que dicen algunas malas palabras de nosotros; "¿y éstos qué están haciendo acá a las seis de la mañana.

lunes, 25 de diciembre de 2006

Fixture. Peñarol en la libertadores 1982

El "indio" olivera y Washington Cataldi.
En la cancha levantando la copa libertadores

PEÑAROL 3 - 0 Defensor (Uruguay)
5 de agosto


PEÑAROL 1 - 0 San Pablo (Brasil)
20 de agosto


PEÑAROL 1 - 0 Gremio (Brasil)
27 de agosto


Defensor (Uruguay) 0 - 0 PEÑAROL
9 de setiembre


San Pablo (Brasil) 0 - 1 PEÑAROL
14 de setiembre


Gremio (Brasil) 3 - 1 PEÑAROL
17 de setiembre


PEÑAROL 1 - 0 Flamengo (Brasil)
19 de octubre


River Plate (Argentina) 2 - 4 PEÑAROL

28 de octubre


PEÑAROL 2 - 1 River Plate (Argentina)
12 de noviembre


Flamengo (Brasil) 0 - 1 PEÑAROL
16 de noviembre


PEÑAROL 0 - 0 Cobreloa (Chile)
26 de noviembre


Cobreloa (Chile) 0 - 1 PEÑAROL
30 de noviembre

Palabras de J. M. Sanguinetti


El martes 2 se cumplieron 10 años del fallecimiento de Washington Cataldi, diputado batllista y relevante dirigente deportivo. Con ese motivo se le tributó un homenaje junto a su sepultura y, en la hora previa de la sesión ordinaria de la Cámara Alta, el expresidente y senador Julio María Sanguinetti se refirió a su figura y trayectoria en los siguientes términos:

Se cumple hoy una década del fallecimiento de una figura muy relevante en la vida del país de los últimos años: el señor Washington Cataldi, político, empresario, dirigente de fútbol de formidable impronta. Tuvo en la vida de este país una gran presencia popular; pero mucho más allá de ello, fue un realizador de sorprendente calibre. Tuve el privilegio de su amistad y, por lo tanto, todas mis palabras están teñidas, no sólo por el afecto, sino también por la admiración que le supe tener a lo largo de tantos años, en lo personal, por su estilo llano, inteligente, chispeante, que le hacía transitar en todos los ambientes de la vida social con el mismo lucimiento.
En lo que tiene que ver con sus características personales, siempre lo recuerdo en su célebre carpintería, llenando gigantescas planillas de obras que presupuestaba hasta el milímetro, sobre todo en los años en que trabajaba para la empresa Pintos Risso, principal constructora de nuestro país en ese entonces. Tenía una inverosímil capacidad para los números —para la aritmética, para las matemáticas—, que sustituía a cualquier máquina.

Fue un legislador formidable, de características singulares, a quien los viejos legisladores recuerdan por su labor, particularmente en las Comisiones de Presupuesto. Tenía amigos en todas las bancadas; siempre encontraba las fórmulas conciliadoras. Sacaba su lapicito y empezaba a convencer a los Ministros de Economía de “una comita más para aquí” o “una comita más para allá” —expresiones usuales en él—, tratando de ir enhebrando votos, juntando voluntades y conciliando gente.
No era el parlamentario de la polémica; era el diputado de los resultados, un legislador con esa característica peculiar cuya inteligencia e imaginación siempre le permitían hallar la fórmula providencial.

Cuando fui Ministro de Industria, de 1969 a 1971, colaboró conmigo como Subsecretario. Fue para mí una decisión más que acertada; fue un goce trabajar con alguien de esa creatividad. Desde ya que tema que le encargaba, me olvidaba. No se sabía cómo, pero él siempre encontraba una salida para que los empresarios, el mercado internacional o los trabajadores de algún modo pudieran conciliarse para hallar los caminos de solución, en una inverosímil capacidad para hacerlo. Recuerdo en aquellos años a la industria automotora, a la industria del azúcar, todos temas que yo, como Ministro, le delegaba y me olvidaba, pese a que se trataba de asuntos particularmente polémicos.

En la vida deportiva marcó un jalón, desde luego que en la vida de Peñarol, pero también más allá. Es el hombre que incorpora nuestro fútbol —que fue internacional desde el año 1924—a un nuevo concepto que nacía: el fútbol espectáculo que, a través de la televisión en colores que en ese momento estaba apareciendo, adquirió el fenómeno que hoy llamamos globalización, de la cual este deporte es uno de los elementos más característicos. Esto es algo que todos sabemos por experiencia de nuestras vidas, cuando los fines de semana alternamos y compartimos los mismos partidos en España, en Italia, en Inglaterra, en Argentina y en Uruguay, fenómeno este que él anticipatoriamente vio. Tanto es así que hoy narraba para una televisora que me interrogaba al respecto, que la primera vez que oí nombrar al Sr. Berlusconi fue a Washington Cataldi. Eran los años de la dictadura y él había imaginado aquel fenómeno de la Copa de Oro. Un día me había dicho: “El Uruguay nunca más va a poder hacer un campeonato del mundo. No tenemos economía para organizar un campeonato de esas características.” Esto lo recordé mucho cuando Corea, que hoy es una potencia, compartió con Japón esa organización. Me decía: “Ahora secumplen cincuenta años del primer campeonato y tenemos una oportunidad única”. De ahí surge esa creación que el Gobierno militar de la época mira con hostilidad y la Asociación sí miró con simpatía, pero todo lo que provenía de él de inmediato generaba suspicacia, porque como a todos los individuos de esa capacidad excepcional y brillo, le acompañaban la gloria y el aplauso tanto como la oposición, el rumor y la envidia. Ante aquello que concebía Cataldi, de inmediato todo el mundo imaginaba que de alguna manera iba a beneficiar a Peñarol, aunque no era el caso. Solitariamente él siguió transitando por esa idea. Un día me dice: “¿No me acompañás a Italia? Voy a ver a un señor Berlusconi, que compró una estación de televisión en Montecarlo y quiere establecer una competencia en esta materia. Está precisando un gran espectáculo y, según me dicen, es el único hombre que podría financiar la Copa de Oro.” Y bueno, allá se fue. Luego de algunos días vuelve y me dice: “Tú te lo perdiste. Hubieras disfrutado más que yo, porque este hombre tiene una colección de cuadros monumental. Se compró un monasterio al lado de la casa para colocarla. De verdad, te hubieras divertido más que yo, pero te lo perdiste.” Le pregunto: “Pero, al final, arreglaste el asunto?” “Sí, sí”, me contestó y agregó: “La estación de televisión de él va a financiar todo”. Ese fue mi primer conocimiento de este personaje hoy tan resonante —por tantos motivos— en la vida internacional. Y así surgió ese invento increíble de la Copa de Oro que trajo a las figuras más importantes del fútbol mundial de aquel momento: Paolo Rossi, Antonioni, Maldini, Rummenigge, Maradona, Sócrates, etcétera, en un espectáculo que resultó realmente muy particular.

Asimismo, Cataldi imaginó operaciones increíbles, como la famosa transferencia de Morena. En lo personal, me tocó luego vivir buena parte de las peripecias de ello, pues tuve que ir a cobrar a Madrid un vale del Rayo Vallecano; el mercado era bastante distinto en aquel entonces y recuerdo la cara de piedad con que me miraron en un Banco cuando aparecí con una letra de U$S 1:000.000 del Rayo Vallecano. En fin, luego de aquello y de aquel milagro, vino lo otro: volver a traer a Morena y armar aquella campaña nacional en la que se movió un pueblo entero.

Simplemente destaco estos aspectos porque son expresión de quien fue una figura singularísima del país, del mejor país, de esas familias originadas en la inmigración. Él estaba casado con una maravillosa gallega; era hijo de italianos y estaba orgulloso de su origen humilde, modesto, y de lo que fue su trayectoria, que le permitió, en la vida política, deportiva, cívica y social, ser esa figura exclusiva e inigualable que aún hoy sigue despertando tantas inquietudes, admiraciones y curiosidades. Por todo esto he querido en el día de hoy compartir estos minutos con los señores senadores, para recordar no solo a esta figura, sino también lo que pueden la creatividad y el talento aún en un país de dimensiones económicas reducidas.

por Franklin Morales 7 de junio 1996

Los clubes de fútbol, como cualquier otro club, son seres vivos a quienes mueven las mismas cosas que a las personas. Los estremecen sentimientos y ambiciones, los guían inteligencias y esperanzas, los paralizan miedos e incertidumbres, los sostienen recuerdos y nostalgias, sufren y ríen.
Y los empuja una necesidad -más fuerte que el hambre y el sueño humanos- de hallar un día su propio profeta, seres casi extinguidos en la cancha y más raros aun entre los dirigentes.

Peñarol, que conoce de redentores en la cancha, halló a su iluminado conductor en la lista 1 de las elecciones del 18 de enero de 1958, detrás de Gastón Guelfi y Fernando Perrabere.

Cerca de 40 años Washington Cataldi y la entidad serían de tal modo uno para el otro, que el mejor Peñarol en el recuerdo de sus hinchas, el equipo que hacía "pata ancha" en cualquier cancha del mundo, sería a imagen y semejanza de Cataldi o no sería.

Había gozado del privilegio de que sus estados de ánimo los moldeara el fino estilo de José Piendibene, el santo furor de Gestido, el sacerdocio futbolístico de Obdulio Varela, la maestría del "Pepe" Schiaffino, la implacable ferocidad goleadora de Severino, Míguez, Ghiggia, Hobberg, Abbadie, Rocha, Spencer, Morena...
Pero no conocía el privilegio de que un dirigente fuera la institución misma, su ideólogo, gobierno y símbolo casi heráldico. En una simbiosis inédita y, quizás, irrepetible.
Cataldi gozó de una mágica aureola donde cabían todos los poderes, todos, hasta la potestad de que el sol saliera a las 20 si, en agosto, Peñarol necesitaba una noche templada para ganar en la cancha de taba que, en tiempos idos, fuera la Copa.

Caudillo, más que un líder por la devoción con que le siguió el hincha, a ningún dirigente se le otorgó tanto poder. Ni al legendario Julio María Sosa, primer presidente honorario, quien en los años 20 presidiera el club y simultáneamente, al Consejo Nacional de Administración en el Ejecutivo colegiado de entonces. Cuando Cataldi se alejó, había forjado un Peñarol como nunca fuerte, orgulloso y seguro de sí cuya vigencia es palpable.

Creó una cultura de gobierno que persiste, aun por ausencia. Extraordinarios dones de inteligencia clarividente e imaginación creadora le permitieron clausurar épocas del fútbol del país, del continente y del mundo y trazar los días que transitamos.

Como ser clave en mil instancias de las que entresaco -apenas- dos: la elección de Joao Havelange en FIFA y la Copa de Oro. Un torneo entre Campeones Mundiales que se repetirá en el 2030, medio siglo que mide una excepcionalidad que no valoramos.

No dejó sucesores, no es posible transferir el misterioso don que a los más nos hace pastores, y a los elegidos profetas.-